Y las audaces voces que afirman el papel volvieron a sonar. El crujido de una estación señaló su llegada, enfrió mis pies que se encontraban junto a una vela rescatada de una morada de quien ya no está.
Ingrata madrugada que sólo agradece con un par de gotas de inspiración, ingrata como todos que rodean al que no debe hablar porque consigo trae la verdad.
La imposibilidad de regalar el sentido común retuerce el sueño, y el dolor cojea; frustra el espíritu. Pero el que sigue supera, añorando atención y admiración aunque sea por una vez, tan necesaria como el crujido que trae la nueva estación.
miércoles, 21 de abril de 2010
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